8 de mayo de 2012
Cuando son las 14:22 horas local, nos encontramos navegando
cerca de las costas andaluzas, concretamente paralelos a la costa de Málaga.
Ayer tuvimos que decir adiós a parte de la tripulación.
Pablo, Javi, Olatz y la grumetilla de tres al cuarto Leyre, nos dijeron hasta
pronto al medio día. El Victoriano quedó entonces tripulado por los ya
veteranos de la travesía Iñaki, Txiki, Joxe y Mariaje (hemos conseguido
despistar a Mordor y dejarlo en Cadiz), y por las dos nuevas incorporaciones;
Ernesto y Jon.
La mañana y el mediodía lo hemos dedicado a preparar la
siguiente singladura que tiene como destino el Cabo de Gata, y como punto
importante de la misma el paso por el Estrecho de Gibraltar. El Estrecho, como
su propio nombre indica, es estrecho, y se convierte en ciertas horas del día
en el desagüe del Mediterráneo, por lo que las corrientes que ahí se forman son
importantes, sumado además al intenso transito de buques que por el transita a
lo largo de todo el día. A ello hay que sumar que la luna acababa de estar
llena, preciosa y rosa nos ha saludado justo un poco antes de la medianoche, lo
que aumenta la intensidad de las mareas, por lo que el momento del paso debía
de ser concienzudamente estudiado. De ello se ha encargado el almirante Iñaki,
decididamente subido de grado al encontrarse el Victoriano sobrado capitanes,
patrones y demás graduaciones marinas. La hora de la pleamar ha sido las seis
de la mañana por lo que ha esa hora ya nos encontrábamos pasado Tarifa y casi
mirando por la amura de babor el peñón de Gibraltar. Antes, por la noche y a la
altura del Cabo de Trafalgar, empujados con un flojo viento de fuerza 3
proveniente del Oeste, nos hemos visto sometidos a una fuerte corriente que nos
hacía casi casi permanecer quietos, aunque el efecto de la corriente en contra
junto con la velocidad que nuestras velas producía una estela que bien semejaba
a la que podría producir una velocidad del buque de más de cinco nudos. En este
punto también hemos tenido un momento de cierta tensión al encontrarnos sondas
muy bajas que no aparecían en las cartas.
Durante el paso frente a Gibraltar el efecto ha sido el
contrario. La corriente nos arrastraba hacia dentro del Mediterráneo, imprimiéndonos
una velocidad de cuatro nudos lo que nos hacía avanzar a una velocidad de 7 a 8
nudos, y eso que casi no teníamos viento. Nos hemos topado con unos cuantos
enormes barcos portacontenedores, y algún otro buque de transporte, por lo que
la mañana ha sido entretenida observando este catálogo de barcos en funcionamiento.
Ahora llevamos rumbo 76º hacia el Cabo de Gata. Un suave
viento del Noroeste nos empuja lentamente hacia nuestro destino. El mar parece
una balsa de aceite. Tranquilo, reposado, casi plano. El barco casi casi no se
mece, y la tripulación se va desparramando por cubierta para recuperar horas de
sueño perdido por las guardias nocturnas. Desde la mesa del capitán escucho
como él nos dice algo… a no, me he equivocado, no nos dice algo, nos ronca algo
tumbado en la bañera, que dulce suena su diálogo orco.
Hemos tenido un bonito acontecimiento hace un par de horas. Por
nuestro costado de estribor han aparecido una serie de aletas… - ¡atunes!, a
gritado nuestro siempre alerta vigía Txiki. Ha motor nos hemos dirigido
babeantes hacia las aletas. Pero cuando hemos llegado a su altura otra sorpresa
nos deparaba el mar. Era una familia de delfines. Una extensa familia de
delfines que nadaba en grupo. Muchos de ellos en pareja de madre y cría. Ha
sido un espectáculo maravilloso. Hemos estado un rato con ellos y ellos con
nosotros compartiendo su pausado nadar, aunque alguno nos ha deleitado con
alguna graciosa pirueta.
Cierre del cuaderno de bitácora cuando son las 23:53 UTC.
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