14 de mayo de 2012
Es una idea que no pareció agradar a la persona que nos
vino a despertar a las 06:30 de la
mañana a decirnos que nos fuéramos. A gritos de “volveremos” abandonamos el
puerto de La Sabina gobernados en la maniobra por Iñaki y Mariaje, y nos
dirigimos a un fondeo cerca de la bocana, pero fuera de las señales que balizan
la entrada al puerto.
Horas después nos fuimos desperezando junto a un rico
desayuno. La propuesta era la de visitar la isla.
Javi, Bea, Pacho,
Kiko, Tito, Desi y Piraña, las bicis, el verano, el sol, sonrisas, libertad
juvenil… así casi casi nos hemos llegado a encontrar nosotros en Formentera.
El parte meteorológico no daba posibilidad de navegar a vela
hasta el mediodía del día siguiente, así que cambiamos el mar abierto y
turquesa de las Pitiusas por el serpenteaste asfalto de la isla.
Alquilamos unas pequeñas motos en La Sabina, cuatro para
cinco, y comenzamos un recorrido por la pequeña isla de Formentera que nos
llevó de punta a punta, de faro a faro, de acantilado a la playa. La isla pequeña,
unos veinte kilómetros de cabo a cala. El paseo fue divertidísimo, sobre todo
para el que suscribe, que no había montado nunca en moto, por lo que esta una
experiencia doblemente estimulante.
Descubrimos una isla preciosa, llena de rincones arenosos
bañados por las turquesas. Una isla cálida, tranquila, muy tranquila, que
invita a perderse en ella para encontrarse uno mismo dentro de este pequeño
mundo abierto al mar por los cuatro costados. La isla respira sal, mar, luz y
salitre. Un montón de salinas están situadas a su largo y ancho.
Acabamos por la tarde en una de las calas situadas en su
extremo noroeste. El atardecer se asomaba limpio en el horizonte… lástima. Esta
vez no nos quedamos a verlo… lástima. La falta de las chaqueticas con las que
toda navarrica y navarrico de pro tiene que salir a la calle, y más en verano,
nos privó de este inmenso placer. La tarde era un tanto fría, y la vuelta al
puerto de La Sabina fue fresca… bastante fresca.
Vuelta al barco. Desembarco para cenar del retén de tierra y
guardia en el Victoriano del marinero del alba. No hubo sorpresas y la
tripulación volvió antes de las doce campanadas, sin haber perdido ninguna
chancleta de cristal. Mañana hacia el Parque Natural de la Isla de Cabrera,
penúltimo fondeadero de nuestra bella singladura.
Cierre del cuaderno de bitácora cuando son las 23:00 UTC.
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